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de la espalda
Guía para el cuidado
Son múltiples las respuestas fisiológicas ante una situación estresante: físicas, psicológicas, cognitivas
y conductuales.
Entre las alteraciones físicas asociadas al estrés, destacan las alteraciones del ritmo cardiaco, las modi-
ficaciones en el sistema nervioso y sobre todo, una importante influencia en la aparición, desarrollo y
mantenimiento de lesiones y dolores de origen músculo-esquelético, lumbalgias y cervicalgias espe-
cialmente, generando importantes contracturas y sobrecargas musculares.
En resumen, el estrés se puede considerar un factor de riesgo de sufrir dolor de espalda. Además,
puede disminuir el umbral del dolor y dar lugar a una actitud negativa ante éste, aumentando el ries-
go de padecerlo o produciendo que persista más tiempo.
De esta manera, queda claro que la solución ha de pasar por reducir el estrés.
A continuación, se muestran una serie de recomendaciones con objeto de conseguir una disminución
del mismo:
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No acumules los problemas, afróntalos y toma decisiones.
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Solicita ayuda a tus compañeros, familiares o acude al especialista si es preciso.
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Si estás nervioso, entiende que es tan natural como estar enfadado o alegre.
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Practica la autoestima. Es bueno que te trates bien a ti mismo.
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Fomenta el tiempo de ocio realizando actividades que te ayuden a desconectar de tus
preocupaciones.
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Aprende a tolerar las críticas y a defender tu postura sin irritarte.
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Intenta respetar las horas de sueño.
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Practica la relajación en los momentos en los que te encuentres más tenso:
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Inspira profundamente hasta que notes los pulmones llenos.
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Aguanta el aire durante 2 segundos.
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Expulsa lentamente el aire empezando por el abdomen y terminando por el pecho.
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Repite esta operación durante unos 5 minutos.
5.4 El estrés